martes, 27 de febrero de 2018

¿ Y i mi hijo es gay? ¿ Qué hago?

Capítulo 10 Tomado del libro Adolescentes y Padres Más Amigos que Enemigos. 

¿ Y si es homosexual? Mi hijo está en noveno grado y me preocupa que no muestre ningún interés por las chicas. ¿Podría ser homosexual? Y si lo es, ¿qué puedo hacer? Ante todo, no hay ningún estereotipo o modo de actuar de los 1 homosexuales. Una actitud afeminada en los hombres, o masculina en las mujeres, de ningún modo es un indicador de homosexualidad. Tampoco una aparente falta de interés en el sexo opues­to es necesariamente señal de homosexualidad. Con todo lo que está sucediendo en la vida de los adolescentes, no debe sorprendernos que alguno no muestre un interés activo en el sexo opuesto hasta después de terminar la secundaria (algo similar puede presentarse en el caso de la licencia de conducir: hay algunos que no j parecen quererla, pero esto no significa que no quieran independencia). Hay otras razones, además de la orientación sexual, que pueden dar cuenta de esta aparente falta de interés en el sexo opues­to. (En el Capítulo 2 encuentra más información al respecto.) Por ahora, supongamos que su hijo adolescente es homosexual. Si tenemos en cuenta que entre el cinco y el diez por ciento de la población es homosexual1, entonces es bien probable que un número equivalente, si no mayor, de padres tenga hijos adoles­centes con esta orientación sexual (dado que en muchas familias hay más de un hijo). Además, si los adolescentes son conscientes de su homosexualidad, es posible que éste sea el centro fundamental alrededor del cual se organizan todos los horizontes descritos en el Capítulo 2. No hay dos experiencias parecidas en lo que respecta a un adolescente homosexual, pero hay algunos temas y preguntas comunes que necesitan atención. Después de referimos a esto, abordaremos el tema del papel de los padres. E1 primer paso frente a la homosexualidad es reconocerse uno como tal. £sto se da de modo diferente en cada persona. Mientras algunos pueden saberlo desde sus primeros años de secundaria, 5 otros solamente podrán hacerse cargo de su sexualidad ya siendo adultos. Pero, por el momento, nos limitaremos a los adolescentes que son conscientes de su sexualidad. La primera actitud puede ser la de negarse a reconocerse como tal e, incluso, a tratar de modificar su inclinación sexual. Muchos adolescentes homosexua­les salen con chicos del sexo opuesto e incluso tienen relaciones heterosexuales para tratar de castigar su verdadera orientación. Su actitud se apoya en la siguiente premisa: “Si puedo tener sexo con personas del sexo opuesto, esto demuestra que no soy homosexual”. Inicialmente, traté por todos los medios de no ser lesbia­na. No sólo salí con muchos chicos, sino que llegué a ser bastante promiscua. De alguna manera creía que esto con­trarrestaba la fuerte atracción que sentía por las mujeres. Y no es necesario decirlo: las cosas no funcionaron, pero logré engañar a todos los que me rodeaban. Cuando por fin me reconocí abiertamente, nadie lo podía creer. Como sucede con muchos de los comportamientos de los adolescentes, las señales que envían a través de su comportamien­to sexual son variadas y complejas. Trate de mantener esto siem­pre presente y no llegue a conclusiones anticipadas. £n realidad, según el doctor Alfred Kinsey, investigador del tema de la sexualidad, hay distintos grados de facetas homosexua­les en la mayoría de nosotros. Es decir, las categorías ‘homosexual’ y ‘heterosexual’ no son unívocas; más bien, representan una espe­cie de extremo de un continuo de la sexualidad. Si trata de combi­nar esto con todos los otros cambios que está viviendo el ad/1 cente, no se sorprenderá ai descubrir que ía confusión sexual es a veces una fase necesaria para definir la identidad sexual. Entre saber que uno puede tener cierto* aspectos homosexua­les y reconocerse claramente como tal, hay una gran diferencia Pero cuando un adolescente reconoce su homosexualidad, esri bastante seguro de ella; si ha habido cierta indecisión, ésta ha sido disipada por la fuerza y la persistencia de sus sentimientos homo­sexuales. Pero reconocer la homosexualidad no es el paso más gran­de ni el más difícil; aceptarla sí lo es. Dado que ser homosexual todavía acarrea un fuerte estigma social, no es algo que los adoles­centes acojan con los brazos abiertos. Lo corriente es que luchen contra ello con todas sus fuerzas, en parte debido a la falta de aceptación social y en parte porque es posible que no esté de acuer­do con la imagen que tienen de sí mismos. Muchos chicos sueñan con crecer y conseguir un buen trabajo, casarse y educar una fa­milia. Muy pocos sueñan con crecer como homosexuales, enfren­ar los prejuicios en sus lugares de trabajo, luchar contra el sistema legal para lograr tener relaciones íntimas que sean consideradas legítimas y tener que trabajar en exceso para lograr la autorización para adoptar un niño. Además, antes de poder aceptar su propia homosexualidad, los adolescentes tienen que luchar contra los es­tereotipos con los que han crecido. La homofobia no es propiedad exclusiva de los heterosexuales. Darme cuenta de que era homosexual no fue el proble­ma. Es decir, ¿cómo evitarlo si los hombres atractivos despertaban lo que despertaban en mí? La parte más difí­cil fue aceptar mi homosexualidad. Crecí con toda clase de ideas acerca del tipo de persona que eran los homo­sexuales: hombres que se vestían con ropa de mujeres, hombres que acosaban a los niños pequeños, hombres promiscuos y muy afeminados. No encajaba dentro de ninguno de estos estereotipos, pero sabía que era homo­sexual. Era el capitán de mi equipo de fútbol y soñaba desesperadamente con enamorarme de un chico de mi edad y poder tener una relación estable. No respondía a ninguno de los estereotipos con los que crecí. ■ Es posible que el mayor temor de los adolescentes homo* ¡sexuales sea enfrentar el rechazo de su familia y de sus amigos, Especialmente el de la familia. Creo que este temor profundo pone |l estos adolescentes dentro de la categoría de mis alto riesgo. Trate de imaginar, si le es posible, qué sentiría si descubre algo en usted mismo que cree que podría acarrearle el total rechazo de su fami­lia si ésta se enterara, algo tan horrible que podría significar que (o echen de la familia. Ésta es la realidad de muchos adolescente homosexuales. Ellos desarrollan esta actitud a partir de los este­reotipos personales y sociales de la homosexualidad, así como de la actitud explícita e implícita que se tenga en su casa. Ya hace años que sé que soy homosexual, pero en mi casa todavía no lo saben. Estoy seguro de que mamá podría manejar la situación, pero dudo de que papá pueda. Tam­bién sé que mamá no sería capaz de ocultárselo a papa. Él es el tipo de hombre machista que ama los deportes y le gusta ser “hombre-hombre”. Además, siempre está ha­ciendo chistes sobre los homosexuales, por tanto no me cabe duda de que se enloquecería. Es posible que espere hasta entrar en la universidad. Creo que la distancia y la separación harán las cosas más soportables. También es­pero encontrar otros que ya hayan tenido que enfrentar esta situación con su familia. Para un adolescente que se descubre homosexual, el esfuerzo por mantener el secreto podría absorber todas sus energías e interferir totalmente en el desarrollo de su identidad personal y su autoestima. Cree que seguramente podrá tener éxito en muchas i ¡^actividades, pero si su sexualidad fuera descubierta y se supiera la [ verdad, todos sus logros se irían al traste. También muchos adolescentes homosexuales suelen creer que merecen esta suerte por- ' ; que en el fondo quizá son malas personas. Si no se les atiende a ' ; tiempo, este sentimiento puede llevarlos a experimentar sentimientos profundos de de*precio a sí mismos e, incluso, a adoptar acciones autodestructivas. Durante mucho tiempo creí que de alguna manera me merecía mi suerte porque en el fondo debía de ser una mala persona. En los momentos peores, hice cosas muy arriesgadas. Sentía que si lograba sobrevivir, quizá mere­cía vivir después de todo. Me drogaba y conducía el auto a toda velocidad. Me emborrachaba y caminaba sobre tapias muy altas y en lugares peligrosos; incluso llegué a jugar a la ruleta rusa con la pistola de papá. Por fortuna, un solo ensayo fue suficiente para convencerme de que no merecía morir. Tratar de evitar la realidad, o negarse a aceptarla en este caso, puede llegar a destruir al adolescente. De acuerdo con un estudio realizado por Paul Gibson, en 1986, para el Departamento de Salud y Servicios Humanos del Departamento de Estado en los Estados Unidos, los homosexuales están en un riesgo dos o tres veces mayor de suicidarse que ios jóvenes heterosexuales, y un 30% de los que realmente logran suicidarse posiblemente lo hace empujado por problemas de identidad sexual. Estas estadísticas sorprendentes no tienen en cuenta otros comportamientos de alto riesgo motivados por problemas de identidad sexual, como son el abuso con las bebidas alcohólicas y con las drogas. Antes de que aceptara mi homosexualidad, estaba bas­tante loco. Me drogaba y me emborrachaba a todas ho­ras. De hecho, llegué a alcoholizarme. Fue en los Alcohó­licos Anónimos en donde descubrí que tenía que hacerle frente a mi sexualidad. Cuando estaba borracho, llegué a tener relaciones sexuales homosexuales sin tomar las de­bidas precauciones y luego culpaba al alcohol, así no te­nía que aceptar que era homosexual. Al mirar hacia atrás, puedo ver que la negación de mi sexualidad fue lo que me llevo al consumo excesivo de bebidas alcohólicas; no obstante, me las ingenié para alcoholizarme. Irónicamente, la única manera de volver a la normalidad fue enfrentar mi sexualidad. Además de la aceptación familiar (tema que trataremos más adelante), el adolescente necesita un grupo de compañeros que comprenda y sepa valorar los conflictos que enfrentan los chicos y las chicas homosexuales. Con frecuencia, necesita tener acceso a un grupo de apoyo para lograr desarrollar su sentido de identidad: otros adolescentes homosexuales. Afortunadamente, este tipo de redes son más comunes en la actualidad, pero todavía no están claramente a la disposición de la mayoría de los adolescentes. Lo más difícil de todo fue encontrar otros homosexuales en la escuela para poder hablar con ellos. Como la homo­sexualidad todavía es estigmatizada por los compañeros, por los padres y por la sociedad, no resulta fácil encontrar a ios otros. Es bastante loco. Recorrí la ciudad durante mucho tiempo en busca de un grupo de apoyo para ado­lescentes homosexuales, que me sirvió mucho inicialmen­te. Pude escuchar las historias de otros, supe de sus temo­res, éxitos y fracasos. De repente, ya no me sentí tan solo. Me ayudaron mucho en el proceso de abrirme con mis padres, me dieron consejos y valor. Pero después de cier­to tiempo, me di cuenta de que lo único que tenía en común con la mayoría de ellos era mi sexualidad. Sus intereses eran muy diferentes a los míos, iban a colegios distintos ubicados en diferentes extremos de la ciudad. De repente, sentí que estaba dividido entre dos mundos, pero que no pertenecía a ninguno de los dos. Mi sexuali­dad no hacía parte de mi vida diaria. Así, empecé a decla­rarme homosexual, poco a poco, con algunos de mis com­pañeros. Hubo una mezcla de reacciones, pero cuando me gradué la mayoría de mis mejores amigos lo sabían. De todos modos, sólo fue en la universidad en donde pude juntar esos dos mundos. Aquí hay una comunidad homosexual muy fuerte, y esto nos ayuda muchísimo. Es muy importante lograr un grupo de compañeros homo­sexuales, porque éste representa un espacio en el que la sexualidad ¿d adolescente es aceptada como algo normal y no como un se- ¿jeto que debe mantenerse a toda costa. Recuerde lo importante que es k aceptación durante la adolescencia. Cuando los adolescentes llegan a ser claramente conscientes je su homosexualidad y la aceptan, deben tomar ciertas decisio­nes: ¿Van acontárselo a alguien? Si éste es el caso, ¿a quién? ¿Cuándo f cómo? ¿Puede alguna persona en la familia ayudarles a hacerlo? ;Pueden dios enfrentar a quienes no aceptan su sexualidad? ¿Vale h pena correr el riesgo? ¿Piensan llevar una vida sexual activa o van a esperar hasta terminar la secundaria o un poco después? Si piensan llevar una vida sexual activa, ¿cuál sería el lugar seguro? ¿Podrán enfrentar la reacción de sus compañeros cuando lo se­pan? ¿Se sienten obligados a declararse? ¿Hay otros que están pa­sando por k misma experiencia? ¿Cómo se pueden encontrar? ¿Hay algunos adultos “confiables” con quienes poder hablar? Entonces, ¿qué pasaría si su hijo adolescente es homosexual y se lo cuenta a usted? (Algunos adolescentes que no son capaces de hablar con sus padres abiertamente tratarán de hacerlo indirecta­mente, por ejemplo, pueden dejar libros acerca de los homosexuales en algún lugar que puedan ser vistos. Aunque usted no debe sacar conclusiones anticipadas, tampoco trate de conservar su total inocencia.) Esté dispuesto a que su vida se transforme dramática­mente mando esto suceda. Los padres casi nunca están preparados pata la homosexualidad de un hijo, por tanto, todavía hay mucho omino por recorrer. Primero, cuando su hijo se lo cuente, no intente poner en duda lo que le está diciendo, porque cuando decida contár-j sdo ya estará bastante seguro de su sexualidad. Como se dijo an­ta, d principal temor que tienen los chicos es ser rechazados por tu familia, de modo que ninguno va a arriesgarse a enfrentar este rechazo, a menos de que esté totalmente seguro. Segundo, su hijo no puede cambiar, entonces es usted quien debe hacerlo. Fue una experiencia realmente fuerte; parecía como si ellos [mis padres] estuvieran leyendo una especie de libreto, o algo parecido. Al principio se quedaron totalmente mu­dos, pero cuando empezaron a recobrar la voz su primera pregunta fue: “¿Estás seguro?” Si para poder siquiera con­cebir la idea de hablar con ellos, yo tenía que estar abso­lutamente seguro, ¿cómo se les podía ocurrir que yo les iba a decir algo de este calibre sin estarlo? Después de un largo rato, cuando por fin entendieron que yo estaba muy seguro de mi sexualidad, dieron el segundo paso dentro del libreto de los “Padres de un adolescente homosexual”, es decir, intentaron otra estrategia: empezaron a pregun­tarse si no se trataría simplemente de una etapa normal dentro de mi proceso de desarrollo. Cuando llegaron a este punto, mamá habló de un amigo que se creyó homo­sexual. .. ¡hasta el día en el que encontró a la mujer ade­cuada! Papá dio un paso más y empezó a preguntarse si no habría ninguna posibilidad de que yo cambiara. ¡Fue algo demente! Y, Tengo que reconocer que cuando Sarah habló abierta­mente conmigo, la sorpresa que me llevé fue total. Temo no haber reaccionado como debía. Me sentí enojada y confundida. Sentí como si me estuviera agrediendo a mí. Me quedé tan enredada en mí misma, que no podía ima­ginar que lo que ella estaba diciendo tuviera su origen en una perspectiva diferente a la mía. Me preocupó lo que pensaran en mi familia y en mi grupo de amigos, tam­bién empecé a pensar cómo se lo contaría. Todo fue de­masiado confuso para mí. Y no sólo su sexualidad. Posi­blemente la parte más difícil fue decir adiós a todos los sueños que yo me había hecho con ella: que se casara con un hombre que nos gustara a nosotros, que tuvieran hi­jos y, quizá lo más importante, que llegara a ser abuela. Tratar de comprender y aceptar las implicaciones de lo que Sarah nos estaba diciendo no fue fácil desde ningún punto de vista. Ahora que miro hacia atrás, me doy cuen-

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